Toda una vida esperando…
Pasadas las diez de la noche me dispuse a salir para sacar la basura y depositarla en los contenedores que había frente a mi casa. Tomé mi abrigo pues en pleno mes de enero, a esas horas, arreciaba el viento y era factible abrazarse a un buen resfriado. No dije nada a los míos pues era cuestión de cinco minutos a lo sumo, ni siquiera me cambié de zapatillas y salí con las mismas que acostumbro a estar por casa. Me pareció todo normal hasta que me fui acercando a la zona de los contenedores, apenas pude ver a nadie más y el sonido de las cosas cada vez era más inapreciable, pensé: – Esta calle cada vez tiene menos vida…-. Abrí la tapa del contenedor con la mano izquierda y con la derecha deposité la bolsa de basura que llevaba. Al dejar caer la tapa del contendor noté una sensación muy rara en los oídos, como si se realizara el vacío en mi cabeza y todo vestigio de sonido desapareciera. Tenía la necesidad de abrir y cerrar la boca buscando igualar la presión entre ella y los oídos pero no lo conseguí. Era como si de repente me hubiera quedado sordo. Moví, confuso, una y otra vez mis mandíbulas esperando escuchar súbitamente los ruidos propios de la calle a esas horas, pero todo fue en balde. Miré en todas direcciones a mí alrededor para comprobar si era la única persona a la que le estaba sucediendo aquello, pero no encontré ni un alma en el radio que alcanzaba mi vista. Levanté la cabeza buscando alternativas de conocimiento sobre la situación y me percaté que, justo encima, tenía una de las viejas farolas que, curvadas, proyectaban su luz sobre mi persona. De repente noté que la luz amarillenta tornaba poco a poco a una luz blanca muy potente, cada vez con mayor intensidad y con un radio de acción más amplio. Me costaba mirarla y tuve la sensación de que en segundos la farola se precipitó sobre mí, de ahí que me llevaras ambos brazos a la cara para intentar cubrirme el rostro ante en impacto inminente…
Al cabo de un tiempo, no sabría decir con exactitud, abrí los ojos muy lentamente y fue como regresar en moviola al momento farola, es decir, a la apertura de mis párpados tenía una potente luz encima de mí, casi a medio y medio de distancia. Noté que mi cuerpo pesaba muy poco y que no llevaba mis zapatillas de andar por casa. Estaba tumbado pero no sabía ni dónde ni por qué. Al instante noté que algo muy frío tocaba mis pies, algo casi acuoso y gelatinoso. No era capaz de incorporarme para poder ver qué era aquello que iba subiendo lentamente por mis piernas. En mí estaba el ánimo de moverlas para zafarme de aquello pero no hubo manera. Casi al mismo tiempo advertí un pinchazo punzante en la nuca que me condujo a una rigidez tal que tan sólo me permitía mover los ojos y respirar a duras penas. Comencé a perder visión por momentos y pude atisbar una especie de seres casi transparentes alrededor de mi cuerpo. Practicaban sonidos guturales casi onomatopéyicos a los de los delfines, apenas apoyados entre sí parecían levitar sin tocar el suelo y giraban a cierta velocidad contemplando todas y cada una de las partes de mi cuerpo. De repente, uno de ellos acercó sus grandes y oscuros ojos a mi cara y golpeó bruscamente su frente contra la mía pero en ausencia de dolor. A continuación fue como si mi mente se embarcara en un carrusel de imágenes donde me pude ver a mi mismo jugando cuando era un niño, a mi madre, siendo joven y lozana, tendiendo la ropa, o a mis hermanos caminando juntos de la mano para ir al colegio. Todo muy deprisa. Recordé el primer momento en que supe lo que era el Amor, mi primer beso, el día más doloroso de mi vida cuando mi padre nos dejó, desgraciadamente, tras un repentino infarto. Pude ver el momento en el que mamá se quedó sola, aunque yo no estuve allí, para despedir a papá frente a su tumba. Vi tantas y tantas cosas que la vida se convirtió en un soplo de anécdotas, imágenes y secuencias casi instantáneas. Hasta que llegó el momento en el que me dispuse a bajar la basura…En ese momento quise decirle a aquel ser que apartara su frente de la mía, que quería volver a casa, pero ni me respondían los brazos, ni la boca, ni ninguna otra parte del cuerpo para poder transmitírselo.
Sin apenas darme cuenta comencé a sentir una paz enorme y empecé a poder comunicarme con aquello desde nuestras mentes.
–Pero, ¿Qué eres?, soltadme y dejadme ir. Me estoy asustando mucho– Le grité en silencio.
–No temas, no queremos hacerte daño. No tenemos intención alguna de causarte dolor.– Esas fueron sus palabras. Aunque ya desconocía si eran fruto de mi subconsciente y el miedo aterrador que había pasado previamente y que, a decir verdad, ya no sentía.
Viví mi regreso a casa tras sacar la basura, y esa noche y muchas más. La continuación de mi vida. Hasta que llegó un día en el que mi madre fue atropellada por un autobús y herida de gravedad murió sin poder hacer nada. – ¡No puedo aguantar esto más, quiero despertar, déjame ir!– Pero esa especie de viaje austral continuó y vi fallecer a mis dos hermanos al caer por una ladera en el interior de su coche porque una de sus ruedas estaba en mal estado. Vi cómo la crecida del río arrasaba cientos de metros cubriendo las casas de los vecinos del barrio donde vivían…Pude ver tanto horror que intenté chillar con todas mis fuerzas para pararlo. En ese momento volví a escuchar su voz…
–¿Si conocieras el futuro lo cambiarías?– Me preguntó de forma muy serena y pausada.
–Claro que lo cambiaría, no quiero ver morir a los míos– Le respondí de forma tajante.
–Y si el que fuera a morir fueses tú, ¿Lo querrías saber?…– Aquella pregunta me dejó sin respuesta alguna. De todos modos, le contesté tras unos segundos y le dije que no me interesaba saber el día de mi muerte.
– Entonces no estábamos equivocados, eres la persona que estábamos buscando desde hace décadas. Después de estudiar a tu especie en distintos momentos, nos hemos dado cuenta de que el ser humano valora más el futuro que su presente. Es un ser que anhela cuestiones, materiales, vivencias venideras otorgándole a la realidad coetánea poca o ninguna relevancia. El conocimiento del futuro poco, o nada, habrá de ofrecerte más allá de adelantar unos acontecimientos que, en el mejor de los casos, llegarán sin motivo alguno. – Y acto seguido pude ver sus grandes ojos frente a mí con aquella gran luz tras de él.
Estaba convencido de que aquello era un sueño y no me estaba ocurriendo a mí. Aun y así traté de tocar su translúcido cuerpo para poder asirlo y acercarlo de nuevo a mí.
– Escúchame, yo no le doy crédito a este tipo de cosas. Nadie me creerá, ¿Por qué consideras que yo he de creerlo?– Le pregunté mirándolo fijamente y sin pronunciar ni una sola palabra y esta fue su respuesta…
– No necesitarás creernos pues a partir de hoy tendrás la capacidad de ver cosas que nadie más podrá ver, de tu mano estará permitir que ocurran o cambiar el rumbo de los acontecimientos. No precisarás la aprobación de tus ideas, ni siquiera habrás de comentarle a nadie que fue lo que te pasó…Actúa en cada momento como consideres y tendrás una vida llena de felicidad. Lo más importante es que tendrás que ser tú en cada momento.– Al término de sus palabras, casi de modo instantáneo sentí un dolor muy fuerte en la cabeza y mis ojos se nublaron cegándose casi en su totalidad. El cuerpo comenzó a pesarme mucho y las articulaciones de todo mi cuerpo fueron recobrando movilidad a la par que dolor y tensión, ya podía moverlas aunque levemente.
Al recobrar la vista comencé a ver esa potente luz de nuevo sobre mí pero en esta ocasión estaba rodeado de mis hermanos y mi madre que utilizando uno de mis flexos de estudio pretendían despertarme pues , según ellos, había permanecido dormido toda la noche en el sofá de la sala de estar. Aquél que junto a la ventana era iluminado por una vieja farola de la calle. Les pregunté que si tardé mucho en regresar de sacar la basura y ninguno de ellos pudo responderme con claridad pues cada uno de ellos estaba realizando distintas tareas en casa.
La confusión era tal que traté de asomarme a la calle para comprobar si el contenedor seguía en su sitio y, cuál fue mi desilusión, no existía ningún contenedor, ni siquiera la vieja farola curvada. Afortunadamente todo había sido un sueño y aquella pesadilla sólo había pasado por mi vida como un mal viento. Me desperecé cual recién levantado alzando mis brazos a cada lado de la cabeza en señal de descanso y sosiego para acto seguido llevar ambas manos a la nuca para sujetar mi cabeza. Fue en ese momento cuando pude notar un pequeño bulto en la nuca fruto de una pequeña incisión que aún parecía reciente…Y no supe qué decir, ni a quién hablar, ni cómo asumirlo.
Después de cincuenta y dos años, doy fe de que fueron ocurriendo cosas y me rendí ante las pérdidas de los más queridos, al partir de sus vidas y a la asunción de mi finitud. A mis setenta y cuatro años aun me quedan fuerzas para discernir y reconocer que lo más bonito de la vida está en el momento, en cada instante que atravesamos pues el futuro siempre llega demasiado rápido y sin buscarlo. Mi mujer falleció hace ahora un año y medio y me siento demasiado sólo. Ojalá volviese a ver a mis amigos de luz, creo que jamás me despediría de ellos. Les rogaría un minuto de su viaje para regresar a mi vida, reencontrarme con los momentos que merecen la pena y apagar, para siempre, la luz del camino que he recorrido.
Por eso, cada noche, y aunque no tenga demasiados restos de comida y basura para sacar a los contenedores, me calzo mis zapatillas de andar por casa, beso la foto de mamá y mis hermanos, tomo un retrato de María, mi mujer, apago todas las luces y salgo a la calle pensando que ,por fin, volverán a por mí…
Toda una vida esperando es demasiado tiempo…aprovecha la tuya como si hoy fuese el último día.
Agradecimientos a melange-marichuy.blogspot.com y secretomundial.blogspot.com por dos de las fotografías.
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