Justo antes de empezar, piensa…
En poco menos de 48 horas comenzarán a entrar en el aula…y allí, frente a ellos y ellas, habrás de enfrentarte a todo esto:
Hallarás miradas que en silencio contienen la emoción de volver a clase con la mochila repleta de dudas y los estuches con munición nueva para llenar, bajo tu merced, tantas hojas como el destino se proponga completar. Te reencontrarás con las lágrimas de los más pequeños al abandonar la seguridad del nido y, con certeza, habrás de producir cariño y comprensión en cantidades poco convencionales…pero lo harás. También habrás de contemplar la timidez del nuevo, la desidia del que se abandona a la necesidad de que lo estimulen desde el primer minuto, el roce de la mano que sin hablar te comunica que estará ahí y necesitará de tu apoyo durante todo el curso, el lapicero que, desdichado, se precipita varias veces al suelo sin que su dueño – pobre hombre – pueda hacer nada por impedirlo.
Pondrás de nuevo a prueba la flexibilidad y bondad de tus cuerdas vocales tras la tregua estival y comprenderás, por enésima vez, que los niños son y serán siempre niños pues el único que va cumpliendo años eres tú…
Advertirás que los pequeños de antaño cada vez lo son menos y que los de ahora, te eliminarán el Don, pues, a decir verdad, produce cada vez menos y distancia más.
Solicitarás silencio y de manera extraordinaria, por ser el día que es y auspiciados por el temor de las primeras horas, te atenderán sin dilación alguna. Aprovecha, disfruta, saborea ese instante, te aseguro que no se volverá a dar hasta el próximo mes de septiembre. Sumérgete en la inocencia de los más pequeños, en la verdad de sus ojos y la nostalgia que les lleva en cuerpo y alma a pensar que estar en casa es el paraíso y que, tú, el maestro, eres el malo que romperás la placentera sensación de libertad y relajación que produce el verano, ya extinto en sus vidas.
Fotografía con tu alma las caras de madres y padres a la puerta del colegio, porque son el reflejo de la confusión que produce la emoción de saberse haciendo lo correcto mezclado con la inquietud que emana de pensar que te alejas de aquella personita que más amas en la vida. Quien lo probó lo sabe y la racionalidad, en ese instante, no ocupa lugar ni se la espera. Cada instante de nuestra infancia vale su peso en oro y, tan sólo desde la distancia que conceden los años, atribuirás con cierta justicia el valor que instantes como ese jugará en la vida de todos ellos. Tú, y sólo tú, año tras año, eres testigo privilegiado de tamaño milagro.
Levántate con tanta energía que tu alma haya de seguirte pues el cuerpo la deje atrás. Piensa, vive, adora, sumérgete en tu profesión porque es maravillosa y modelas, con manos de humano, los sueños de ángeles que aún no han aprendido a volar.
Siente la dicha que produce crear reflexión, crítica, aprendizaje, emoción, discusión y tantas otras delicias más en los hombres y mujeres del futuro. Mírate al espejo antes de salir hacia tu colegio y, penetrando en el interior de tu mirada, busca allí el niño que hay aún dentro de ti. Elucubra entonces cómo te gustaría que tu maestro te recibiera el primer día de colegio y mejóralo cien veces para ofrecérselo a todos y cada uno de tus alumnos. De esa manera, estarás haciendo, ni más ni menos, aquello que se espera de ti…
Y finalmente, tendrás que quedarte sólo de nuevo en el aula, pues ha de ser la soledad tu condición natural. Piensa, enumera los minutos, concédele a la memoria la capacidad de interiorizar los momentos más notables y, créeme, guarda aquellos más bonitos. Ellos serán los que te den forma cuanto tu condición laboral termine y sueñes, desde la distancia, con los días tan extraordinarios que te regaló esta profesión aunque ya no puedas volver atrás. Por eso, vive cada periodo de clase como una oportunidad para sentirte vivo, diferente y distinto a los demás. Una casualidad que te da la opción de darle a cada corazón aquello que espera de ti. Todo lo que hagas hoy habrá de volverte multiplicado cuando tus manos no acierten a frotarse los ojos por advertir que la vida como maestro duró lo que tarda en morir un lapicero en las manos de nuestros pequeños…
Compañero, compañera…a pesar de los pesares, disfrutemos el curso. ¡Suerte y que viva nuestra profesión!
A tod@s mis compañer@s.
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Obra registrada a nombre de Justino Hernández en SafeCreative
Como siempre, excelente escrito. Mi trabajo como docente me inicia cada día en una aventura. Mis niños son muy pequeños, pero con una gran capacidad para enseñarme día a día. YA EXTRAÑABA TU FORMA TAN MARAVILLOSA DE ESCRIBIR.
No merecen mis palabras tamaño elogio, aún y así celebro recibirlas, no tanto por el halago sino por entender que anidaron felizmente en alguien con la misma sensibilidad que yo. Recibe un cordial saludo y feliz curso, compañera…