…El viaje de Soledad.
Me sentía tan cansada que a pesar de ver a tanta gente a mi alrededor habría sido capaz de cerrar los ojos y no abrirlos más. Sus voces, aunque lejanas, pululaban por mi mente, no lo voy a negar, de forma confusa pero siempre presentes. Todo pasó tan despacio que se me pasó en un abrir y cerrar mis ojos…
No recuerdo por qué estoy aquí pero aunque trato de levantar mis párpados suponen una barrera pesada e inmutable que no consigo alzar para que entre luz. Bueno, no importa, puedo escuchar todo cuando hay a mi alrededor y, por momentos, las personas entran y salen de esta habitación. Debe pasar algo importante, yo diría que triste pues los hay que entran en voz baja y salen llorando. Es una lástima ver a personas llorar, jamás me gustó advertir sufrimiento alguno, ni ver como un ser humano se aflige sin poder evitarlo.
De repente, sin levantar los párpados noto una sensación muy extraña, puedo ver todo cuanto hay a mi alrededor. Hay una luz muy pobre pero acierto a ver a mis padres y a mis dos hermanas. Están sentados juntos, entrelazando sus dedos y mirándome fijamente. Debe ser que hice algo demasiado importante. Cuando era niña acuñé varias formas de hacer perder la paciencia y patenté más de un modo de sacar al más sosegado de sus casillas, y sus formas de reaccionar ante semejante trasto era eliminar la comunicación y regalarme un semblante serio e inexpresivo. Lo reconozco, estoy desconcertada.
Noto un frío raro que recorre mis piernas, alguien dejó abierta la puerta y en esta habitación se nota una leve marea que por momentos me hace estremecer aunque tampoco se me eriza la piel. Ya digo, algo confuso.
De repente entra botando en la habitación una pelota de goma, una pelota de goma muy parecida a la que tenía yo cuando era una niña y solía utilizar para jugar en casa de mis abuelos. Creo que lo tradicional está volviendo…A continuación escucho los pasos de alguien que viene corriendo. Esos pasos tienen cada vez un sonido más certero y nítido. Al dejar de sonar, comienza a abrirse lentamente la puerta de la habitación y entra una niña de unos 9 años de edad para ponerse a los pies de mi cama. No salgo de mi asombro, se parece extraordinariamente a mí, sus ojos, su boca, sus manos…
–¡Dios!– Pensé, –¡Papá, mamá, ¿De qué se trata esto, lo estáis viendo igual que yo?-. Pero al parecer, ni la ven, ni me escuchan a mí…
–No me ven– Me dice. –Sólo sienten frío y aunque no me gusta provocarlo, no tengo modo de camuflar mi ser–
–¿Frío?, pensé que yo era la única que notaba la corriente. ¿Podrías explicarte?, ellos no me hablan porque están enfadados conmigo–
Como si hubiera formulado alguna cuestión de complicada respuesta se sitúa a mi lado y me dice que no tema, que no están enfadados y si necesito decirles algo importante. –¿Importante?– Me digo. Todo lo que les digo es importante, al menos para mí. Y vuelve a hacerme otra pregunta…
–¿Qué le dirías a alguien que quieres mucho si supieras que vas a realizar un viaje muy, muy largo sabiendo que, a lo peor, igual no regresas nunca?– Y me dejó pensarlo durante 10 segundos.
–Llegado el caso, no sé, les diría que les quiero mucho, que son muy importantes para mí, que me perdonen por todo lo que les ha enfadado de mí y que siempre van a estar en mi corazón…pero, ¿Por qué me haces esa pregunta?– Termino preguntándole.
–Sólo te lo pregunto porque me gusta saberlo. Es importante conocer a las personas con las que viajas, con las que vas a vivir para siempre, con las que tienes que explicar que no todas las preguntas tienen respuestas. No sé si me entiendes…– Y a decir verdad, cada palabra que pronuncia me lleva aún más al desconcierto.
Justo en ese momento mi madre se levanta por fin de su silla y se acerca a mí. Dirige su mano hacia mi cara pero no la noto. ¡No la noto!…-Mamá, mamá– Le chillo una y otra vez.
–Te he dicho que no te escuchan, sólo te ven, y no como crees tú. Es inútil que les grites.- Me dice en voz baja y con el mismo tono de voz que yo utilizaba para decirle a mis padres «lo siento» cuando no podía poner remedio a algo que ya había hecho.
La miro a los ojos mientras de los míos sale una lágrima que ya no moja, que ya no siento rodar por mi mejilla y le pregunto con voz entrecortada.. –¿Hasta aquí era mi camino, verdad?-.
Sin contestarme ni una sola palabra, me regaló una sonrisa de tres cuartos, iguales a las que se utilizan para reconocer que alguien te ha entendido y no necesita más explicaciones. Acto seguido me toma de la mano para sentarme en la cama y me dice: – ¿Dime qué gesto sería el último que utilizarías para decirles adiós?…quiero concedértelo.–
Creo que es un momento para el que no estoy preparada y desconozco cómo puedo concentrar tantas cosas que podría decirles a todos, para que supieran que les agradezco mi vida, su vida, su amor. Para mermar el dolor que compartimos y las ganas de vivir. Ahora entiendo que somos algo necios en nuestro ser, que vivimos pensando en mañana sin querer reconocer que cuentan más los ahora que los momentos por aparecer. Cómo decirles con un sólo gesto que ya no habrá más Soledad, que los días serán eternos y las noches perpetuas de paz. Pero creo que lo he encontrado, ya tengo el gesto para marchar…
–Te escucho, tu dirás– Me dice con los ojos acristalados y llenos de una luz especial.
Quiero darles un beso, en él llevarán nuestros sueños, las sonrisas y el amor. En él les daré mil abrazos, mis te quiero y un adiós. No hay otro modo de andar, sabiendo encontrar en un beso la forma para cerrar la puerta de toda una vida sin dejar más que el alma detrás.
Me tomó de la mano y me dijo –Nos vamos…no mires sobre tus pasos– Por más que intenté no pude y al volver la vista me vi tumbada en la cama y a mi madre muerta de pena intentándome regresar.
–¡Pero no les he dado el beso!–
–No te preocupes, se lo darás. Cógeme fuerte la mano…– Y desaparecimos sin más.
Al cabo de pocos segundos pensé fuertemente en besarles, mandarles de mi boca la paz que les despidiera de mi otra mitad. Mi cuerpo sufrió un movimiento convulso. El electro cardiograma sufrió algo anormal. Se alzó de repente mi torso, un palmo lo sumo, no más. Y abriendo tímidamente mis labios se pudo escapar un suave chasquido entre ellos que todos supieron cazar. Al instante sonó un pitido incesante y entendieron mi final.
Todo pasó tan despacio que se me pasó en un abrir y cerrar mis ojos…
Agradecimientos a monsalfonsomiranda.com por la fotografía de la vela.
Espero que os haya gustado y os rogaría que si así fuera, os suscribieseis en el formulario de la web para recibir de primera mano y en un mail mis publicaciones. Gracias por vuestra atención, sois muy importantes para mí.
Obra registrada a nombre de Justino Hernández en SafeCreative.
Gracias por recomendación, impresionante, a la vez que te remueve la vena sentimental. Me ha gustado mucho
Gracias por tu lectura y, sobre todo, por participar en este sitio en el que estoy poniendo tanta ilusión. Eres un clase A.
Un saludo.
Sencillamente estupeSencillamente estupendo. Acabo de descubrir esta web y ya me ha enganchado. Gracias por crecrearla.
Créeme Silvia, es un verdadero placer recibir comentarios como el tuyo. Son el aliento necesario para seguir escribiendo. Celebro que te guste y espero verte más por aquí. Un abrazo…
Hola Justino, mi nombre es Pepe Puertas he leído tu relato y me ha gustado mucho, ENHORABUENA. Me encantaría hacer, con tu consentimineto, un cortometraje con él.
Hola, Pepe. Gracias por el comentario en primer lugar y celebro que te haga gustado tanto. En cuanto al proyecto que me mencionas desconozco si aquello que escribo es tan digno como para ello, de todos modos, si es que no te importa, me gustaría que nos pusiéramos en contacto para que me cuentes qué idea tienes. Te facilito el mail y por ahí podremos ponernos en contacto o facilitarnos otros medios. Gracias y un abrazo.
justinohernandez@emocionalia.es