Y desde mi ventana pinto los recuerdos de color…
No me negaréis que, en ocasiones, el cielo me invita a subir hasta el infinito para que no ponga límite a mis sueños. Guardo desde mi ventana perspectivas que los mismos Dioses del Olimpo quisieran contemplar desde sus atalayas y me siento tremendamente afortunado por vivir cada momento.
Si cierro los ojos soy capaz de escuchar los gritos, jaleos y risas carcajeantes que en tiempos pretéritos llenaban por doquier los rincones de mi barrio. La ausencia de motores colonizando vistas y emplazamientos nos ofrecía la posibilidad de ser niños huérfanos de recintos cerrados, amurallados, prefabricados que después dieron en llamar parques infantiles, fabricantes de ilusiones y roles artificiales… mutiladores de toda imaginación.
Casetas de restos de obra bajo la tutela de arquitectos de barro jugando a ser capitanes de un ejército de imberbes con poco dinero y mucha vida por delante. Botellas de geometría complicada imitando a una pelota a cuyas aristas tratábamos con mayor tacto que lo hiciera hoy día el mejor de los talentos sobre las costuras del mejor balón. La sed aplacada en la fuente mientras bocata en tierra aglutinaba cuantos gérmenes pudiera para administrarnos las alergias del futuro y no padeciéramos ninguna.
Las calles tenían secretos, momentos, castillos por conquistar y los amigos eran para siempre, amigos de verdad. Hoy miro triste el asfalto, faltan niños y sobra tanta paz. Me encantaría regresarme y rebanarme veranos de la edad, sentir que madre es más joven y que padre me vuelve a mirar. Que su ceguera es sólo un mal sueño y que ,ciertamente, jamás ha de pasar.
Pero ya no recuerdo en mi ventana ni las formas, ni los cantos, ni las horas que solíamos pasar imaginando, dibujando, apostando nuestro propio futuro gobernados por el qué será. Lástima de inocencia que a cambio de días sin cargas, quebrantos ni qué lamentar nos arrebató percatarnos a tiempo de lo necio que es obviar que la vida pasa de largo y no regresa jamás. ¡Ay mis amigos del barrio!, ya dejamos los cuarenta atrás, pensando que jamás los alcanzaríamos y que sólo envejecían los demás. Qué bien me siento con ellos cuando el deseo, las risas o el azar nos reúne de nuevo y volvemos viajando hacia atrás aun tiempo de pieles más tersas, calzonas y poco más. Tanto que agradecerles que es mejor no nombrar ninguno de los recuerdos para no fastidiar o desmerecer aquellos que calle porque habré podido olvidar.
Hoy me asomé a la ventana y el cielo me volvió a regalar, una escalera de acero para poder atravesar todas la horas que nos separan de los años de chaval. Y me agencié una brocha, no muy grande para que nadie se pueda percatar que trato de darle color al recuerdo para que nadie lo borre jamás. Para que todos los amigos, vecinos y gentes del barrio entiendan que planear nos es cuestión de pilotos sino de chiquillos con ganas de volar…
Con todo mi cariño para «Los del Barrio»…( Perdón porque faltan muchos)
Espero que os haya gustado y os rogaría que si así fuera, os suscribiéseis en el formulario de la web para recibir de primera mano y en un mail mis publicaciones. Gracias por vuestra atención, sois muy importantes para mí.