Emocionalia

Carta para mi vieja amiga…

Carta para mi vieja amiga…

Querida Amiga Juventud:

Carta para mi vieja amiga...Te escribo estas líneas por el respeto que me merece  tu recuerdo y  la maravillosa amistad que forjamos durante tantos años de la mano.  Las despedidas, herramientas del corazón, son teñidas de amargura y tristeza, de quebranto y distancia, de viajes sin vuelta, pero en esta ocasión me decidí a dejar negro sobre blanco todo aquello que nos hizo eternos para que nadie imagine que nuestra relación tuvo fecha de caducidad. A pesar de que al terminar esta carta alguien pudiera imaginar que nuestros caminos divergentes jamás volverán a encontrarse.

Aun retengo en mis pupilas el momento en que te conocí, con aquél acné adolescente cubriendo mi rostro con salpicaduras de inocencia y tersura de piel sin años. Pensé que vendrías a criticarme, a celar de mis intenciones o ponerle límite a mis sueños. Pero más al contrario, me animaste a crear de la nada la mayor de las tormentas, con cientos de rayos disparando por doquier a toda idea que se alzara en pie para subirnos en su lomo y galopar sin rumbo hasta que desapareciera al amparo, en ocasiones, de una sonrisa, y en las más, bajo el manto leve de unas lágrimas. Después de presentarme el Amor consideraste mi custodia compartida y presenciaste en más de una ocasión cómo mi corazón encogía y se mimetizaba con el dolor de verse abandonada, retornando a la necesidad de estar otra vez sola.  Lamentablemente, jamás intercediste por mí para evitarlo pues me decías que si lo hicieras tendrías que marchar de mi lado porque la razón y la cordura eran parientes lejanas con las que nunca pudiste existir. Con el paso del tiempo comprendí que pudieras estar equivocada pues, aún hoy, alejada de aquellas vivencias, mi corazón suele desdeñar a la razón cuando de los designios del amor se trata y vuelvo a fracasar con el mismo estrépito e insensatez que antaño. Creo que el día que no lo haga ya no estaré viva. Siento, por tanto, que te equivocaste.

Carta para mi vieja amiga...Los días traían olor de novedad y todo cuanto acontecía lo presentabas como elemento revolucionario y capaz de hacerme distinta. Me abrazaba a cuantas alternativas me presentabas considerándome la primera en hallarlas y me hacía eco, en mi habitación, de todos los sueños que emanaban de mi cabeza, aunque sólo algunos de ellos llegaran a cumplirse para mí. No es menos cierto que me alejaste de los míos, de su cariño, del amor que nos unía, todo por triunfar en una absurda guerra por liderar las revueltas de la obstinación. Aplaudías mi rebeldía como signo de fortaleza cuando no era más que  errores de juventud…Pero no te aflijas por esto que te digo, creo que si volviera a empezar cometería otros nuevos, de igual calado y consecuencias similares. Todo el mundo que habla de ti te achaca los mismos traspiés pero nadie, nadie, reniega de ti o te nombra sin curvar sus labios en modo cóncavo. Fueron días irrenunciables, llenos de todo cuanto es necesario, vacíos de sensatez pero inequívocamente ineludibles. Jamás me recuerdes por rechazarte o querer enmendar mis descuidos pues soy lo que soy gracias a ellos y me temo que cuando nos separemos cometeré otros tantos que, genéticamente relacionados, se parecerán, sospechosamente a los primeros.

Nunca fuiste demasiado diestra para la retirada de competencias y, poco a poco, me has ido arrebatando destrezas varias haciéndome entender que la experiencia de los años se gana a base de decir adiós a todo aquello que nos permitió ganarla. Ni mis ojos dibujan todo cuanto me rodea con el mismo brillo, ni mis manos aciertan a responderme siempre con la misma presteza y compromiso que antes, ni mis pies quieren ya acompañarme a todos los lugares que el corazón demanda. Hace tiempo que entendí que, hasta tú, amiga de tanto tiempo, llegaste a cansarte de acompañarme. No negaré que aunque lo hiciste con paulatina parsimonia, casi sin producir alteraciones notables en el día a día, hubo mañanas en que eché de menos aptitudes que al irme a acostar aún tenía. En aquellas ocasiones bien te hubiera reprochado tu falta de tacto para robarme incluso en sueños, pero ahora entiendo que, de haberme dado cuenta, jamás te lo hubiera permitido. Me pregunto si jamás sentiste pena mientras me despojabas de aquello que un día me regalaste. Lástima no advertir que tan sólo eran préstamos de longevidad limitada pues llegué a pensar que lo que me estabas aportando moriría conmigo algún día. Siento, por tanto, que me equivoqué.

Carta para mi vieja amiga...Antes de que mi nueva condición me invite a olvidar el motivo por el que comencé esta carta quiero que sepas que aunque todos los días te veo de la mano de otras chicas adolescentes, jamás te miré con resentimiento ni abandono, pues en ocasiones, a pesar de que ya no me recuerdas, siento a tu paso el aire fresco que desprendes y golpeas mi pecho para hacerle sentir vivo de nuevo, activando en mis entrañas las pulsiones que hace tiempo quedaron dormidas. Ahora entiendo que todo cuento me usurpabas entre noche era trasladado de cuerpo, cambiado de inquilina, destinado a nuevos sueños. Y no te culpo por ello, me alegra verlo de nuevo en otras caras mientras sonrío recordándote. No llores al recibir esta carta, no es más que un agradecimiento por los años compartidos, por la sensación de haber vivido…y por tantas otras cosas.

Ahora tengo una nueva amiga. Me alienta a conseguir todo cuanto ansío desde la paciencia, el sosiego y la posibilidad de no llegar a tiempo. Me canta canciones del recuerdo y de vez en cuando me borra momentos que jamás certificaría que existieron.  Imagino que lo hace para liberarme de peso, seguro que ya no necesito tantas cosas sobre mi conciencia. Aunque también me presentó a otras amigas, como tú, la Soledad, una de ellas, se empeña en pasar largos ratos junto a mí pero no me gusta su presencia. No obstante, mi amiga dice que no hay más remedio que adaptarse a ella, no me daña pero marchita mi poco tiempo con vacíos y silencio…

Hasta aquí puedo escribirte, espero que me comprendas. Sentí la necesidad de despedirme y que fueras consciente de ello. Que me reconocieras bajo mi disfraz y rescataras aquella que fui, la mujer que abrazaste un día mientras se disponía a envejecer pues cada minuto que me dabas también me lo hacías devolver.

Tu amiga que, de momento, no te olvida…

Julia Guardado Ginés.

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Obra registrada a nombre de Justino Hernández en SafeCreative.

 
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