Emocionalia

Antes de llegar, por favor, despídeme de ti, voy a echarte mucho de menos…

Antes de llegar, por favor, despídeme de ti:

Voy a echarte mucho de menos…

Leí en alguna ocasión, y no hace mucho tiempo, que las realidades que representan el pasado, presente y futuro, son tan sólo una dispuesta en planos diferentes que parecen establecer distancia entre sí pero que no son más que el mismo momento con diferente lectura. Más allá de suponer un galimatías para nuestra pobre mente, aquel texto supuso el empujón definitivo que necesitaba para dar la bienvenida y el adiós a una misma persona. Porque en ocasiones romper el corazón supone parir desde la nostalgia, la fuerza y el coraje para seguir luchando por aquella persona por la que darías la vida…Hoy, por primera vez y tal vez la última, utilizaré la primera persona porque no quiero que nadie más se apropie de este sentimiento, mi sentimiento.

Aunque no es necesario siquiera que lo entiendas ahora, ni que le prestes atención en el mejor de los casos ya que los años empujan en forma de soplo, de juventud incipiente y emociones anárquicas pisando fuerte. Porque cuando te vi nacer brotó de mi interior, sin citarlo ni atisbarlo el honor de protegerte con mi vida si llegara el caso y aún hoy cierro los ojos y aquel, tu olor, invade mis entrañas dándome motivos para seguir tus pasos hasta que se me agote la existencia.

Porque harto de escuchar, y pensar, manda la lógica y hace tiempo que dejó de reflejarse en mis pupilas la niña que corría sin frenos para estrellarse contra mi pecho con los brazos abiertos y me mata reconocer que jamás volveré a verla. Sin sentido juego a buscarla debajo de recuerdos mal colocados en mi memoria, revoloteando por los renglones inconclusos de alguno de mis textos o subida a una de las mil ilusiones que me gustaba dibujar para el futuro que pensaba que no llegaría jamás…

De hecho, absorto, estúpido y sin coartada me hallarás seguro mirándote desde la nada valorando si abro la puerta a la mujer que reside ya en ti o fuerzo la vida imaginando que le alargo el recreo a la niña que casi desdibuja la imaginación que va perdiendo detalles con los ecos del joven padre que fui.

No es menos cierto que anacrónico vivo, trasnochado, raro, precario y hasta de deprimido soy tachado por considerarte menor de lo que ordena tu lunario vital y practico en las sombras los modos y maneras de abrazarte cuando te vea sin que entiendas que infantilizo mis muestras de cariño sino que vivo con mayor disfrute cada instante que compartimos.

Lamentable e inexorablemente la adolescencia ensordece los gritos de tu niñez y me pretende convencer de que llegada a ser mujer habré de hallar momentos de emoción, ternura y comprensión más grandes, si cabe, que cuando caminábamos de madrugada hasta el salón para calmar dolores de digestión hasta caer, ambos, rendidos por el sueño en aquel bendito sillón.

Por todo lo anterior, te ruego, por favor…que crezcas hasta el mismo cielo si es el destino de  Dios. Que agrandes a igual manos y pies, piernas y melena, ojos y la voz para que bien se te entienda. Que vueles alto y sin lastres, sin las tormentas que a mí me frenan y guardes con buen celo el recuerdo que compartimos siendo padre y pequeña, siendo mi niña, siendo…Amor.

Lucho, reniego, me desentiendo de las razones del ego traidor para que siga viviendo en pretérito perfecto, disfrazando las ausencias de tu voz con fotografías a todo color de momentos que ya no son pues la incomprensión de los valientes no hace más que ofrecerme esa versión de la realidad que sólo los descorazonados entienden.

Hasta siempre, bolita, mi vida, no dejes de bailotear a ritmo tus coletas, ni reprimas las ganas de cantar aun cuando el pudor de tus propias vergüenzas te aconseje detenerlas sin más. No permitas que la madurez oscurezca la luz de tu infancia, el brillo de tus ojos o  el calor de tu voz.

Recuerda que habré de arrugarme, encorvar mi osamenta e incluso perder el sentido de lo que escribo hoy. Tal vez alargue mis días para acompañarte sin que te percates o puede que marche sin acuse de recibo y no nos permitan compartir un adiós. Ya sabes que odio ese término y sería una buena razón.

Bienvenida, mujercita a mi vida, soy el padre que también se hizo mayor.

Te amo, mi vida.

 

Espero que os haya gustado y os rogaría que si así fuera, os suscribieseis en el formulario de la web para recibir de primera mano y en un mail mis publicaciones. Gracias por vuestra atención, sois muy importantes para mí.

Obra registrada a nombre de Justino Hernández en SafeCreative

 

 
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