El futuro que decició no pasar…
Me gustaría parar el tiempo y que todos nos detuviéramos para valorar aquellas cosas que no reciben sabia atención por nuestra parte. Reflexionar sobre la bondad de los “chismes” que últimamente nos acompañan en todo momento como apósitos vitales para nuestra continuidad como seres humanos aceptados y aceptables en una sociedad que, pienso, camina sin rumbo definido. Todos y cada uno de los días que voy cerrando últimamente siento la necesidad de poner fecha de caducidad a las aplicaciones y pseudo-herramientas que nos brinda el mundo de la tecnología porque considero que me aportan menos que la ausencia de las mismas. El tiempo es oro y siento que no hacemos buen uso del mismo. Por otra parte, desearía que, sin ánimo nostálgico ni bohemio, advirtiéramos las bondades del pasado que estamos abortando en pro de nuevas tendencias de pensamiento, acción y, si me permitís, de consideración sobre uno mismo. Atribuimos a nuestra persona bondades o defectos, no por lo que hacemos, pensamos u practicamos, sino por la percepción que los demás tienen de nosotros y, considero, no hay forma más lamentable y kafkiana de marchitar la existencia. Tal vez estemos tocando fondo y, ciertamente, no hemos hecho más que empezar.
La necedad nos aborda y se queda a nuestro lado cuando únicamente valoramos llegados aquellos momentos que no tienen regresión posible alguna. Aquellos instantes en los que precisamos de un flashback que nos comprenda en la necesidad de dar retorno a las manecillas del reloj de nuestra vida. Somos tan desconsiderados con el momento presente que obviamos su calidad y elogiamos a un incierto futuro que, la mayor parte de las veces, juega a su antojo con nuestro destino y lo limita o prolonga a merced de su capricho. Ganémosle tiempo al paso del tiempo y ofrezcamos a las personas que consideramos ese abrazo que siempre tuvimos a las puertas para dar, hagamos emerger las buenas palabras en el instante preciso de la necesidad y conquistemos todo y a todos los seres que son importantes para nosotros porque nadie tiene escrito en ningún pergamino que mañana tendrá otro día para probar. Ahí fuera están esperando las manos de tu madre para ser acariciadas, la mirada de un niño esperando tu atención, los brazos de un amigo para ser correspondidos, un café que se enfría esperando ser compartido, los pedales de una bici que se muere por pisar los caminos o todas aquellas cosas que postergamos para otro momento sin considerar la posibilidad de que ese momento jamás llegue. Aprovecha, deja de leer y hazlo, ¡vive!
Como docente tengo la fortuna de ser alimentado día a día con las experiencias vitales que me ofrecen mis alumnos, en ocasiones positivas y otras veces con un matiz de mayor dificultad para ser afrontado. Pero siempre obtengo a cambio un aprendizaje, un elemento que voy incorporando a la sabiduría, no del profesor que todo lo sabe, sino de la persona que va debajo y gana en pericia vital para afrontar la complejidad de la vida que nos ha tocado vivir. Aunque no acabo de acostumbrarme a la desidia, el abandono y la negación de los más negligentes para comprender que no habrá una segunda vuelta y que las oportunidades no se pasan sino que las aprovecha otra persona. Ojalá pudiera transmitir, en todas y cada una de mis clases, que cada minuto es una oportunidad para crecer, para realizar ejercicios prospectivos y considerar qué quiero hacer con mi vida, qué espero de la misma y qué deseos albergo en la maleta que todos llevamos. Otras veces siento que me estoy haciendo mayor y que mi perspectiva es anacrónica y poco fiable. No hay mayor error que tratar de cambiar el curso de un río pero también es cierto que todos tenemos derecho a ser ayudados cuando la duda nos asalta.
Hoy no ofrecí ninguno de mis relatos, quizá porque tuve la necesidad de expresar, a bote pronto, aquellas pulsiones que me asaltan sobre circunstancias con las que lidio a diario y me parecen dignas de reseñar. El ser humano ha avanzado siempre gracias a la reflexión, la autocrítica y la confesión de sus limitaciones. Este siglo XXI va a ir más allá de una mera revolución tecnológica, estoy seguro. Ojalá que el ser humano nunca pierda su esencia y mantengamos siempre nuestra condición por encima de artificios y objetivos banales en busca de la verdadera felicidad…
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