Que detengan el mundo, yo me bajo aquí…
Llevo varios días intentando contener la intención de vomitar lo que aquí presento por temor a herir a quien no debo. Tengo varias noches madurando la idea de expresar, de modo escalonado, cuanto necesito y temo que algo se me quedará en el tintero. Me levanto cada día y encuentro reflejos de lo que os voy a contar en gestos cotidianos, en miradas furtivas con intenciones cuestionables, en contestaciones de escaso argumento y filo mortal. Últimamente pienso que el ser humano es el menos humano de los animales, el más anacrónico de los seres, en definitiva, creo que está llegando la hora de confesar cuan miserables somos. La historia, nos apuntala la memoria cuando recordamos guerras pasadas mientras reaccionamos ante semejantes debacles con cara de horror y pasamos página porque el sufrimiento ajeno rara vez produce urticaria en corazón que no recorrió los caminos de otros. Exacerbamos los lamentos procurando improperios a otros seres humanos pretéritos que, cometiendo atrocidades, fueron devueltos al miserable limbo de donde jamás habrían de haber salido. Y al instante nos sentimos seres divinos, justos y pulcros. Colmados de razón y pertrechados de bondad por la emisión de juicios que la razón nos presta sin esfuerzo alguno. Somos el eco de la misericordia que los hombres buenos usaron en algún momento y nosotros reutilizamos como buitres acudiendo a la carroña. Me pregunto si cuando una criatura nace, viene al mismo mundo que compartiremos he de reír y alegrarme o, simplemente, he de hacerle hueco en mi banco a la tristeza que me supone advertir en su devenir tanta y tanta miseria de la raza que va a perpetuar con su llegada…
A estas alturas y, conociéndome, supondrás en mí una contrariedad máxima cercana al enfado pues las letras que me acompañan no traen los mismos pentagramas bucólicos, melancólicos o efímeros que rescato de mi imaginación cuando te regalo uno de mis relatos. Ojalá hoy hubiera venido a visitarme uno de ellos, pero ha sido una semana cargada de desidia, abandono y rabia letal por cuestionarme cosas sobre nuestra condición humana. Encender el televisor y presenciar las noticias sobre las diferentes guerras activas sobre el planeta es una situación desgraciada con la que, lamentablemente, parece que nos hemos acostumbrado a vivir. Asumir que las diferencias entre los seres humanos es una ecuación que mantiene siempre la misma incógnita; ¿Por qué siempre da el mismo resultado?… es una alternativa matemática que conlleva tomar aire y cuantificar cuan estúpido es vivir rodeado de tanta maldad.
Todos y todas, sobre todo mis lector@s europeos, habrán podido ver en las principales portadas de los rotativos más prestigiosos, así como en las cabeceras de los programas televisivos con más audiencia a los desalmados que, bajo el paraguas que concede la popularidad y el fanatismo del deporte rey, han dado rienda suelta a la vileza y la inmundicia que puede albergar un ser humano corrupto moralmente y con un corazón enfermo. Sin hacer distinción de naciones, ni de equipos, ni tampoco de edades…todos ellos fueron capaces, en pocos minutos, de hacer que el ser humano involucionara a tiempos ancestrales cuando, incluso, la cavidad craneal tan sólo nos permitía cuestiones de supervivencia y procreación.
Me pregunto qué demonios le está ocurriendo al ser humano para que pueda humillar sin dilación y con total impunidad a otro ser humano por el hecho de creerse superior. Hasta qué punto hemos llegado para solicitarle a la coherencia un pasaporte de tal modo que ver miccionar a una persona encima de otra sea acción tolerable y asumible porque sí…Quién dejó escrito en algún papel que dar monedas a otro ser humano que las necesita sea un acto de mofa, entretenimiento o jolgorio colectivo. El deporte es justo todo lo contrario. Es humanidad, compañerismo, empatía, honor, identidad de valores y, en definitiva y para muchos, una forma sana de vida. La putrefacción global ya no nos acecha, nadamos en ella y nos consideramos afortunados por mantener la cabeza a flote sin saber que el horizonte de nuestro declive se divisa ya a lo lejos. Puedes creerme si te digo que dudo entre la ira más airada y la tristeza más profunda, hazme caso si te digo que jamás utilizaría la violencia para solventar tamañas barbaridades pero que, como humano limitado que soy, en ocasiones pienso que hay otros iguales a mí que la piden a gritos. Lamento profundamente la sociedad que estamos creando, admiro la vida paralela y civilizada que llevan los animales “irracionales” cuando los veo convivir entre nosotros sin ocasionar altercados entre ellos ni suponer un problema para la continuidad y el equilibro de ninguna de las especies. Me da pena mirar a mi hija cuando no advierte que lo estoy haciendo y pienso en su futuro, en la calidad humana que le voy a dejar en herencia, en la necesidad que me mueve a hacer un mundo mejor y más humano para que cuando me vaya no sufra lo que, a buen seguro, sufrirá.
Parece que las personas estamos muy lejos de alcanzar la estulticia más severa y lamentable, sucede que aunque siempre denunciamos las truculencias con el verbo más sangrante siempre nos quedará por ver una más allá de la última. Qué narices ha de pasar para que la especie humana entre en razón y equilibrio, como las sencillas plantas, como los árboles que majestuosos no interrumpen mi camino sino que lo adornan, como las ancestrales especies animales que llevan miles de años habitando este planeta, que creemos nuestro, sin deteriorarlo conscientemente ni una sola vez. Hagamos algo amigos, creamos en la posibilidad de mejorar y cortemos la negligencia cercana con un no, o con un basta, porque en el fondo de nuestra ralea existen aspectos buenos, sino no hubiéramos llegado tan, tan lejos…
Ahora asiento mi pulsión a desconectarme de la humanidad con una perspectiva más sosegada pero necesitaba decir y compartir lo que pienso con aquell@s que desde hace unos meses cometen la locura de seguir mis intervenciones escritas. Gracias por permitirme llegar a tod@s y sobre todo, por ser uno de los motivos que vertebra la ilusión que mueve el corazón del que escribe por valorar lo bonito que es vivir.
Un abrazo a tod@s y sed felices haciendo felices a los demás.
Agradecimientos a estrelladigital.es por la fotografía del animal que sale en ella.
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Obra registrada a nombre de Justino Hernández en SafeCreative.
Magnifico, no se podía haber expresado mejor la bajeda humana a la que estamos sometidos a diario, el abuso del que se considera privilegiado sobre el débil, sin miramientos, sin pudor.
Comparto contigo todo lo que has expresado, no obstante: ¿Cuándo dejaremos de volver la cabeza ante semejantes atropellos?
Gracias Inés, celebro tu lectura y la coincidencia con mi pensar.Desgraciadamente, mi fe en el ser humano no me permite, por momentos, ser muy optimista.Un abrazo y buenas noches.