Y volé como nunca lo hice…

…He volado hasta tí para ser la testigo de tu magia, para cumplir mi primer sueño, para hacer de tu boca mi frontera y de tu piel mi segunda piel. Hoy será la última vez…

Noté que mis pies no pesaban y que cuanto tocaba parecía desvanecerse al roce de mis dedos. Mi alma se veía arrastrada por una fuerza misteriosa e irremediable, un tirón desenfrenado que enraizaba sus intenciones en el fondo de mi corazón, un empuje desorbitado que de forma unidireccional me habría de conducir al único destino que me quedaba por visitar. Y aun tentada por la curiosidad y presa del miedo traté de esclarecer mi camino sin poder ,ni por un momento, frenar los designios del amor, un amor que no conoce límites, ni pretextos, ni siquiera barrera alguna material o espiritual que lo pueda negar.
Apenas podía abrirme camino entre nieblas de colores, húmedas y frías, tenues y estériles de tacto que ni caso me hicieron al llorar, pues sin saber la razón de mis ojos brotaba el néctar salado de los cristales que habían filtrado durante tanto tiempo el rostro que amé con tanta fuerza y con tanta verdad. Y sin remedio ni alternativa pude sentir poco a poco que mi cuerpo flotaba encima del tuyo, a un palmo del rostro temiendo que el aliento que era mío pudiera el tuyo arrebatar. Cada pliegue de tu cara, cada surco de tu piel era un motivo a recorrer, un instante grabado en nuestra memoria, un latido que me ahoga sin saberlo detener. Vaporosa inquietud que te contemplaba y no acertaba la forma ni el modo de expresar todo lo que deseaba, pues mis labios parecían sellados y además no se pretendían mover. Traté de intentarlo y mis manos volaban sin rumbo, sin control, sin timón de nada ni nadie coqueteando con el dolor que causaba en mí la ausencia de voluntad. Y gritaba, chillaba como una loca buscando las voces que recorrieran tu amor para hacerte hablar en mi nombre, para hacer que me dieras la voz…
El tiempo actuó como fusta que trazaba el destino, mientras jugaba con los designios que el azar marcó para los dos. Lástima de no haberte dicho mil veces que me hubiera muerto antes de decirte adiós, que las horas serían como siglos y los días eternidades al antojo de Dios. Pobre de mí que quería sentirte pegada a mi pecho y cerca, tan cerca de ti, sufría por tener un inmenso vacío entre ambos. No imaginé que la vida era un instante, una arbitrariedad caprichosa, un estímulo de los ángeles, un soplo de viento que se desvanece antes de notarlo. De repente todo se volvió oscuridad y abriste los ojos, estaban plenos de ti, cubiertos de cariño, sé que me escuchabas aunque no te hablara. Y te dije lo que pensaba:

Amor mío, amor de mi silencio y de los días que vendrán.
Amor que Amor me diste y por Amor te vas
a convertir en la luz de mi soledad.
Amor que con celo ha de esperarte,
con Amor para darte la paz,
enredada en la luz de tus ojos cuando al dormir los cierre sin más.

…Los doctores prometieron que no entendían la situación pues las constantes habían permanecido estables durante las últimas 24 horas. Desgraciadamente, durante los últimos diez minutos, las máquinas parecieron haberse vuelto locas pues los parámetros eran confusos y erráticos. Dieron por fallecida por muerta a la chica por fallo súbito en el corazón.
Lo que ellos desconocían es que fue su corazón el que realizando el último viaje dio hasta su último aliento de vida para hacer realidad el sueño de volver a estar junto-frente-a lado de su Amor antes de despedirse. Paradojas de la vida, incongruencias que se suelen denominar, nadie supo aquel día que al instante de marcharse ella, un viento frío sacudió las cortinas de su habitación despertándolo enérgicamente de un sueño de anárquico y confuso. No entendía con qué soñaba, ni comprendía el por qué de su dolor. Tan sólo secó una lágrima que le brotaba por el mentón, una gota de néctar salado que alguien dejó cuando dijo adiós…

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